Esta es
la pregunta que se hacen todavía millones de personas, cuando muchas de ellas,
en su entorno particular, se relacionan y resuelven sus problemas desde un
estadio en remoto. Disponen de un smartphone o tableta o PC que mediante una
conexión a internet les permiten relacionarse, contestar, resolver problemas
desde la distancia.
Es
cierto que no todos los trabajos pueden realizarse en remoto, pero muchos de
los trabajos, en especial los denominados de oficina, administración, gestión o
relaciones si pueden hacerse desde la distancia.
Solo
todavía unas pocas empresas han realizado una verdadera transformación digital
de sus estructuras organizativas y entre otras cosas han introducido
decididamente el trabajo en remoto, estructurando las actividades por objetivos
y resultados y confiando plenamente en sus trabajadores, eliminado en muchos
casos la exigencia del trabajo presencial y bajo control directo de algún
supervisor o jefe intermedio. Es más hay algunas empresas que ya funcionan sin
jefes, bajo la plenas responsabilidad de sus empleados
Es
cierto que la mayoría de las empresas, su forma organizativa, es todavía
esclava de los dictámenes de F.Taylor y de la cadena de montaje de H. Ford. Pero
a partir de mediados de los años 90 de la década pasada y en especial a partir
de 2004 han aparecido tecnologías que confieren una movilidad 100% a todos los
empleados de una empresa. Como indiqué antes, en el ámbito particular muchas
personas actúan en condiciones remotas. Lo mismo va ir ocurriendo en las
empresas, las cuales se verán obligadas forzosamente
a flexibilizar enormemente su forma organizativa, dotando de herramientas
TIC a sus empleados y generando
gigantescos archivos de información en el nuble (Cloud). Con ello muchos de los
empleados podrán realizar sus trabajos desde cualquier lugar. El tiempo y el
lugar en el que se realicen los trabajos deja de tener sentido. Igual que deja
de tener sentido el tiempo de permanencia en la oficina, el horario fijo. Al
empleado se le debe medir por el resultado que obtenga, no por las horas de
permanencia, como todavía sigue ocurriendo en muchos lugares. Así el trabajo se
convierte en un producto, pagándose por resultados y no en el calentar una
silla. El trabajo deja de ser el lugar al que ir, se convierte en una actividad
concreta con un resultado a obtener. Ya hay empresas que están practicando el
crowdsourcing (ofertas abiertas) en la realización de sus trabajos y desde el
exterior de las empresas aparecen personas (las pulgas del sistema o los
knowmads) dispuestas a hacerlas, las cuales pueden estar en cualquier parte del
mundo y realizarlos a las horas a las que a ellos les conviene. El contrato se
establece por objetivos y no por tiempo. Concluida la tarea se acabó el
contrato o relación.
Obviamente
introducir estos cambios radicales en la división del trabajo y su forma de
organizarlo no es sólo cuestión de TIC. Es ante todo cuestión de cultura de la
empresa y cambio en los estilos de dirección. Estas nuevas formas de trabajo en
remoto y externo llevan a una visualización de pérdida de poder de muchos
directivos, ya no gozas de esa planta llena de gente de la que tu eres el gran
jefe. No obstante las ventajas para las empresas son enormes. En especial en
coste de edificios y alquileres, estos se reducen enormemente. El espacio fijo
permanente en gran cantidad deja de tener sentido. Es más podría tener la
dirección general de la empresa en la cafetería de un hotel. Por otro lado la
empresa recibe un mayor interés y dedicación por parte de los empleados. Estos
se ven más libres y responsables para la realización de su trabajo, lo que les
dota de mayor capacidad para poder conciliar vida familiar y profesional.
Un
problema todavía no resuelto es como mantener la cohesión, la relación entre cientos o miles de trabajadores
que no aparecen por la oficina, entre otras coas por el echo de que quizás esta
ya no existe. Tal vez habrá que preguntárselo a IBM en la que el 44% de su
empleados ya actúan en forma remota.