¿Qué
puede ser más apasionante, la meta o el viaje realizado para alcanzar la meta?
Solemos hacer realidad nuestros sueños a través de las metas u objetivos que
los mismos nos provocan. Al soñar con conseguir lo que hacemos en realidad es
proyectar en nuestra mente un futuro que nos gustaría alcanzar. Ello lo
convertimos en algo concreto mediante el procedimiento de establecer una meta u
objetivo. Así, la meta, basada en una visualización de algún logro a futuro, se
convierte para nosotros en un ancla, en un asidero que nos empuja hacia ese
logro. Si el sueño, la visualización en lo suficientemente fuerte (deseado) se
convierte en una especie de martillo en nuestra cabeza, que cada mañana nos
dice ¡eh, no te olvides, tienes esta meta por alcanzar! Este sencillo mecanismo
de retroalimentación es el que tira de nosotros y nos hace avanzar
continuamente. Nuestra vida, en realidad, nos ni más ni menos que un cúmulo de
sueños visualizados, convertidos en metas u objetivos, que nos hacen ponernos
en marcha para su logro.
¿Qué
ocurre cuando se alcanza la meta? Puede haber una especie de vacío. Parecerá
que nos falta algo. Hemos puesto esfuerzo en ello, en ocasiones de años, y de
repente, al cabo de un viaje se obtiene la meta. También puede que la ilusión
por el logro de la meta sea fugaz, ya está. No tenemos que dejarnos llevar por
ese vacío ni tampoco por la euforia excesiva. Lo mejor será ponerse otra meta.
Intentarlo con otro objetivo. Al igual que el escritor que se dedica dos años
de su vida a escribir su novela, cuando acaba, no se abandona, al poco tiempo
está ya pensando en otra historia para convertirla en novela. Así debemos hacer
nosotros. Proponernos, una vez alcanzado y logro ir a por otro. Como he dicho
antes así es como vamos progresando y creciendo en la vida. No hacerlo así
sería dejarnos llevar por la inercia y convertirnos en un vegetal.
¿Y qué
ocurre si no alcanzamos la meta? Hemos de desilusionarnos. Ni mucho menos.
Hemos de estar orgullosos de haber
iniciado el viaje y volver a intentarlo de nuevo. Hemos de tener en cuenta que
tanto si se logra la meta como si no habrá tenido lugar lo que se llama el “viaje”.
El viaje no es ni más ni menos que el recorrido que debemos hacer desde que
visionamos nuestro sueño convertido en meta hasta llegar a la misma o a las
proximidades de la misma. El viaje es altamente enriquecedor, por diversas
razones: forma parte de todo el proceso, deberé vencer dificultades, descubriré
nuevas relaciones y vínculos, aprenderé a establecer preferencias, a tomar
deciones.etc. La duración del viaje suele ser más largo y enriquecedor que el
logro (celebración) de la meta. En definitiva el viaje fortalece mi carácter,
mi personalidad y me genera enorme confianza. Para muchas personas es más
importante la experiencia del viaje en si misma que el propio logro de la meta.
Por lo
tanto en el establecimiento de metas y objetivos has dos cosas relevantes que
distinguir, la propia meta, el orgullo de haberla alcanzado, pero también las
enormes lecciones que nos puede deparar el viaje aún cuando en ocasiones no
alcancemos la meta. A destacar lo que apuntaba el sicoanalista y siquiatra
Jacques Lacan (el sicoanalista más controvertido desde Freud). La fantasía
tiene que ser poco realista, ya que en el instante que la consigues ya no la
quieres. No debes evaluarte por lo que has obtenido sino por el esfuerzo (viaje) aplicado para obtener tus ideales
La
palabra viaje entre paréntesis es una anotación mía
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